En plena crisis por la llega de la covid-19, el presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, desapareció por 34 días. La noche del 15 de abril reapareció en público sin dar explicación sobre su ausencia y aplaudiendo su gestión frente al coronavirus.
Ortega se vanaglorió exhibiendo unas cifras mínimas de contagios y fallecimientos producto de la enfermedad. En un país en el que dijeron que su única medida sería la fe en Dios y se convocaron movilizaciones, mientras las fronteras, colegios y universidades continuaban abiertas con el virus en la calle.
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¿Que hacía Ortega?
«Hemos estado librando la batalla», aseguró el primer mandatario al tiempo en que exaltó que Nicaragua tiene «el menor número de casos de la región». Luego de aproximadamente un mes desde que el virus ingresó a ese país, Ortega aseguró que solo hay 9 contagios y un fallecido.
Intentado callar las críticas que le hicieron los organismos internacionales respecto a las medidas de prevención de la enfermedad, Ortega explicó que van aplicando medidas de forma paulatina. «Sí, lo hemos administrado. No salimos en estampida (…) sino que de manera ordenada hemos venido adoptando una serie de medidas y guiándonos por las normas internacionales, pero aplicándolas de acuerdo a nuestra realidad, a nuestras posibilidades», aseguró.
Destacó que la clave del éxito ha sido mantener a su país laborando. «Aquí, si se deja de trabajar, el país se muere, el pueblo se muere», dijo.
Agregó: «¿Y si mandamos a la policía a aislarse, y al ejercito a aislarse, y a los campesinos a aislarse, y a dejar de producir? Desaparece el país. Sencillamente desaparece. Así que hay que hacer una combinación de cuidado para poder ir lidiando con esta peste», señaló. Este comentario causó controversia ya que en todos los países la policía debe permanecer trabajando, incluso en los que hay cuarentena.
Finalmente dijo: «Y eso es lo que puede explicar y explica por qué la pandemia ha avanzado lentamente. No es que no haya entrado en Nicaragua, claro que entró y ya provocó un fallecido, pero su avance ha sido lento».
Por último lamentó la situación que se vive en los países más afectados por la pandemia. «Este ese el momento para que se produzcan cambios en el mundo. Esto es una señal de Dios, que nos esta diciendo: ‘Ustedes van por mal camino, gastando miles de miles de millones en bombas atómicas, en armamento atómico, en bases militares, en alianzas militares'».
Antes de despedirse, al lado de su esposa y vicepresidenta Rosario Murillo, acotó: «La mejor arma atómica que puede tener la humanidad es la sanidad, es la medicina, son los hospitales. Y para eso se necesitan recursos, y los recursos bien sabemos quién los tiene y en qué los utilizan», culminó, mientras le extendía la mano a los presentes para despedirse.