Un haragán y un pote con jabón líquido se han convertido en las principales herramientas de Carlos*. De lunes a lunes vive limpiando los parabrisas de los carros que se detienen en el semáforo en rojo de una esquina de la parroquia La Candelaria de Caracas. Corre de la policía, pasa hambre y a veces hasta recibe golpes de los conductores; todo eso para llevar algo de comida a sus siete hermanos que lo esperan en casa. Él es una de las caras del trabajo infantil en Venezuela.

El hambre y la necesidad acabó con su infancia. Actualmente tiene 15 años, pero cuenta que desde los nueve le tocó salir a trabajar. «Mi mamá estaba sola en la casa con mis hermanos más pequeños, ella no podía salir a buscar trabajo porque tenía que cuidarlos. Así que lamentablemente me tocó a mi, y aquí estoy», cuenta Carlos con una extraña resignación.
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En ese 2016, recordado por la fuerte crisis económica y la escasez de alimentos que sufrió el país, tanto él como varios de sus amigos tuvieron que convertirse en el sustento de su hogar.
Recuerda que al menos 10 niños de su comunidad, el barrio la Ceiba de San Agustín del Sur, comenzaron a limpiar vidrios en las cercanías de Parque Central.

«Ya ni me acuerdo cuánto ganaba, pero nos alcanzaba para comprar algo de comida, y así fuimos sobreviviendo. Entendí en mi casa el papá era yo, y tenía que velar por el sustento», dijo Carlos, dando a entender que le tocó suplir esa figura paterna que nunca estuvo presente.
Apartado de sus estudios
Al preguntarle por sus estudios afirmó que los tuvo que dejar, por razones ajenas a su voluntad. «Yo no quería, porque mi mamá siempre me inculcó que tenía que estudiar para ser alguien en la vida, pero llegué hasta séptimo nada más», confesó.
Cursó hasta el segundo lapso de séptimo año en el liceo Rafael Urdaneta, ubicado en la parroquia San José, y dejó de ir porque ya no tenía zapatos, entre otras razones más.
«Mis zapatos estaban rotos, y hasta se burlaban de mi. Yo no tenía para comprar unos porque todo se le iba en la comida. Además quedaba lejos de mi casa y tampoco tenía para el pasaje; y para completar, ni siquiera de estaba dando tiempo para trabajar, entonces lo dejé», dijo Carlos.
Sin embargo, hace poco tiempo pudo retomar los estudios gracias a un plan de educación impulsado por el Gobierno del Distrito Capital, dispuesto para que los niños y adolescentes que se dedican al trabajo en la calle puedan continuar con su formación.

Carlos asegura que en un día bueno puede hacer hasta $10 dólares limpiando parabrisas en La Candelaria. Con eso compra el «salado», como le dice a la comida del día, y le queda algo para afeitarse. Cuenta que ya incluso puede ahorrar algo para comprarse unos zapatos bonitos.
En Venezuela no hay una estadística oficial que refleje cuántos niños y adolescentes han tenido que dejar sus estudios y su formación a un lado para comenzar a trabajar.
Y aunque puede ser permitido que adolescentes se inicien en la rama laboral, debe tener la autorización del Consejo de Protección municipal de la Lopnna y de sus representantes, cosa que en la mayoría de los casos no se hace.
Trabajo infantil en Venezuela
El artículo 238 de la Ley Orgánica de Protección al Niño, Niña y Adolescente reza que Quien admita a trabajar o se lucre del trabajo de un niño o niña con menos de doce años de edad, será sancionado o sancionada con multa de sesenta unidades tributarias (60 U.T.) a ciento veinte unidades tributarias (120 U.T.), por cada niño afectado o niña afectada.
Asimismo, esa misma legislación estipula en el artículo 239 que Admisión o lucro por trabajo de adolescentes sin autorización.
Quien admita a trabajar o se lucre del trabajo de un o una adolescente entre doce y catorce años de edad, sin la autorización requerida por esta Ley, será sancionado o sancionada con una multa de sesenta unidades tributarias (60 U.T.) a ciento veinte unidades tributarias (120 U.T.), por cada adolescente afectado o afectada.

En el caso de trabajo forzoso el artículo 255 de a Lopnna indica que quien someta a un niño, niña o adolescente a trabajo bajo amenaza, será sancionado o sancionada con prisión de uno a tres años. El 257 reza que quien admita a trabajar o se lucre por el trabajo de un niño o niña de ocho años o menos, será sancionado o sancionada con prisión de uno a tres años.
Esas son las causas penadas por la legislación venezolana en relación al trabajo infantil.
Una realidad latente
Actualmente, así como Carlos, al menos unos 30 niños se dedican a limpiar en el centro de Caracas. Aunque la mayoría de ellos tienen un hogar, deben lidiar con innumerables riesgos y escenarios que no están acordes a su edad.
*El nombre verdadero de Carlos se mantiene en resguardo para reservar su identidad.
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