Padre venezolano sin empleo en pandemia

Así que no temas, yo estoy contigo; no te angusties, porque yo soy tu Dios. Te fortaleceré y ayudaré, te sostendré con mi diestra victoriosa. Con este versículo bíblico, inicia su día Ernesto Briceño.

Briceño es carpintero de oficio y al iniciar la pandemia, perdió su trabajo como técnico en mantenimiento de lanchas y botes.  Es padre, de tres hijos, Marcos, Rebeca y Ricardo.

Los días para esta familia han sido rudos, cada uno más difícil que el otro. Aunque ha buscado trabajo en varias partes, nunca le regresa la llamada. La incertidumbre se ha hecho presente en las noches de Ernesto, cuando llora sin consuelo para desahogarse.

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Es fuerte sonido del hambre, ese que te pega en el estómago y te avisa que debes ingerir algo de comida, ya es una costumbre para este carpintero. Nadie debería irse a la cama sin comer o simplemente no probar bocado en todo un día.

Ernesto se niega a que sus hijos trabajen, sueña con que sean unos profesionales y que no malgasten su juventud tratando de llevar comida a la mesa.

No perder la fe

Ernesto se refugia en Dios, y con el se siente capaz para enfrentar las situaciones más difíciles que le han tocado atravesar como familia.

Los conflictos, gritos y discusiones en casa, han sido constantes. No es bueno juntar el desespero con el miedo, pero a pesar de todo han aprendido de la valentía de Jesucristo, cuando estuvo en la cruz.

Por su mente, han pasado malos deseos, tan malos, que debe alejarlos de su cabeza y distanciarse. No es poco, sobrellevar una carga familiar y sentirte inútil por ser tildado de “viejo”.

La bendición de la familia

Ernesto, ha sentido de cerca el amor de sus hermanos en todos estos meses que ha estado en la situación más fuerte que la ha tocado vivir como padre.

Entre todos lo han ayudado con comida, dinero, medicinas y mucho amor a la distancia, con llamadas, mensajes y oraciones. Los abrazos, por ahora están en pausa, pero el sentimiento los une.

En este tipo de circunstancias, no sentirse solos puede llegar a convertirse en la bendición más grande que algunos no tienen.

“Bueno es el Señor; es refugio en el día de la angustia y protector de los que en Él confían” Nahum 1:7

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