El 15 de abril del 2020, Iván Duque, presidente de Colombia, en alianza con el Ministerio de Vivienda, publicó el decreto 57. Allí se establece que, desde dicha fecha y hasta el 30 de junio del presente año, queda prohibido el desalojo de inmuebles por parte de los arrendatarios. También al no tener cómo pagar, se debía llegar a un acuerdo de pago con prórroga a partir del 30 de junio.
Sin embargo, pese al decreto, miles de venezolanos fueron desalojados de los sitios donde vivían. Es por ello que tomaron el poco dinero que tenían y se fueron hasta la frontera para regresar a Venezuela. O bien, como Michael, verse obligado a aguantar las penurias en Colombia.
Michael, al igual que muchos otros venezolanos, vivía en una habitación que le arrendaba un Pastor de una Fundación. Sin embargo, a causa de la covid-19, tuvo que cerrar el lugar. Por lo que recurrió a una pareja de amigos que lo recibieron desde el mes de marzo.
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La historia de Michael
Sin poder trabajar. Pese a tener el Permiso Especial de Permanencia, que le permite trabajar legalmente, no ha podido conseguir un empleo formal. Sus amigos ahorrando para poder regresar a Venezuela, no tenían cómo pagar el alquiler y, pese al decreto, el arrendador decidió echarlos a la calle porque “a él nadie le regalaba nada”.
Los dos amigos de Michael pudieron conseguir dónde quedarse hasta poder volver a Venezuela. Sin embargo, él tuvo que dejar la maleta con sus pertenencias en casa de un conocido y guardar la poca comida que tenía en otra casa. Al no encontrar quién pudiese darle un techo, tomó la decisión de pasar la noche en un Skate Park.
Al aire libre, en la intemperie y con el corazón roto pero su esperanza firme, logró empezar a trabajar afuera de un autolavado. Este está cerrado, pero la gente aún así acude al sitio. Michael trabajaba todo el día, todos los días. Entre un par de billetes que tenía ahorrados, más lo poco que hace lavando carros y algo que le prestaron, logró tener un buena cantidad. Luego de 6 noches, ahorró el dinero suficiente para poder pagar la mitad del valor de una habitación por un mes, con el compromiso de pagar prontamente la otra mitad y no atrasarse con los pagos. Mientras espera ansiosamente, junto con otros venezolanos, a que llegue un carro para lavarlo, piensa en su hijo (que no llega al año y medio). Piensa en que tiene la necesidad de enviarle el dinero que no tiene. Al comerse sus dos únicas comidas diarias, anhela que toda esta pandemia pase rápido para poder luchar por una mejor vida en Colombia.