La historia de Alicia Coromoto es la de millones de madres venezolanas que han tenido que dejarlo todo y emigrar para darle un mejor futuro a sus hijos. Tiene 45 años, y decidió salir de Venezuela cuando no tenía para comprarle unos colores a su pequeña hija, pues se dio cuenta que costaban lo mismo que su sueldo de un mes.

«En ese momento me dije que no podía vivir así. Tenía que buscar una nueva vida para mis hijos, dónde les pueda dar las cosas básicas», recordó en entrevista con Diario Democracia de Junín.
Para ese momento su hija menor tenía 6 años de edad, y todavía no había probado una pera, o una manzana, todo por la escasez que en ese momento había en Venezuela y por los altos costos de los alimentos.
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La decisión de emigrar con sus hijos y dejar atrás los afectos
Fue entonces que esta madre venezolana decidió salir del país, y con la ayuda de un amigo que tiene una ONG y de unos familiares que le prestaron 100 dólares, logró viajar.
«De los 15 días que estuve viajando, lloré la mitad…», Pero insistió en que no era imposible comenzar de cero en otras tierras: «Con un poquito de querer hacerlo, con este ímpetu de salir adelante y de siempre hacer lo mejor, se logran las cosas».
La travesía de esta madre venezolana y su búsqueda de una nueva vida para sus hijos en Argentina
El viaje de esta madre venezolana fue como el de tantos otros migrantes, que se aventuran por las carreteras y pasan las fronteras con mucha incertidumbre sobre lo que ha de venir.
Primero, pasó la frontera de Venezuela a Colombia y luego tomó un autobús que la llevo a Ecuador. De ahí la ruta siguió hasta Perú donde estuvo 15 días alojada en la casa de un amigo, y finalmente viajó hasta Bolivia para cruzar la frontera hasta Argentina, dónde vive ahora.

Alicia llegó a Jujuy, provincia de Argentina pero no todo fue fácil a su llegada. Las primeras dos noches durmieron en el terminal, y luego viajaron hasta Buenos Aires donde las cosas no salieron del todo bien.
Resulta que, la persona que la iba a recibir a ella y a su niña, no apareció y fue un hombre con el que había contactado por Facebook hace algún tiempo, quién le tendió la mano desinteresadamente pagándole el hospedaje por dos noches.
Su nueva vida en Junín, la provincia argentina que le recuerda a su tierra natal
Después de dos meses de idas y vueltas, y por supuesto de incertidumbre, Alicia recibió una llamada para una entrevista laboral y fue ahí que se le dio una oportunidad para vivir en Junín, en el interior del país sureño y su vida comenzó a dar un giro. «Nos subimos a un autobús rumbo a Junín, sin conocer nada, solo habíamos buscado un poco por internet para ver cómo era. Se veía lindo, la Laguna y todo eso», recuerda.
Cuando llegó se enamoró de esta provincia Argentina, pues la encuentra parecida a Mérida, su ciudad natal, por la calidez de la gente y también por los hermosos paisajes.

La comida y el frío han sido las cosas que más le ha costado adoptar, así como algunas palabras pero que con el tiempo logró. Alicia destacó la generosidad de los junisenses, siempre dispuestos a ayudar, incluso cuando no la conocían.
«Siempre buscamos la manera para que el que va llegando sienta ese calorcito de hogar que dejamos en Venezuela», dijo entre lágrimas.
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