El ingeniero venezolano que populariza los tequeños en Argentina con su fábrica
Como muchos emprendimientos de venezolanos en el extranjero, el de Nestor, empezó en su departamento, y después de mucho esfuerzo y arduo trabajo pasó a ser la fábrica potencia de tequeños en Argentina.
En Venezuela, trabajaba para Petróleos de Venezuela (PDVSA) en el estado Monagas y participaba en proyectos vinculados con la Faja del Orinoco. Y aunque se trata de una de las principales empresas del país, lo que ganaba no era suficiente para cubrir sus gastos diarios y mantener a su familia.

Hace exactamente cuatro años que este maracucho tuvo la visión de crear un negocio familiar que trasladara a sus clientes a Venezuela con cada sabor. Fue así como le dio vida a su proyecto, convirtiéndolo en una gran empresa que le da empleo a más de 100 personas directa o indirectamente en Buenos Aires. “Alguna vez me pesó el famoso qué dirán cuando vieran en mis redes sociales que estaba vendiendo tequeños. Luego me dije ¿cuál es el problema? y no me dejé llevar por esa estupidez”, recordó.
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La historia de Néstor y cómo empezó a vender tequeños en Argentina
Su nombre es Néstor Briceño y cuando pisó territorio argentino jamás pensó que terminaría siendo dueño de su propio negocio y que sería de comida venezolana. Su meta siempre estuvo dirigida a conseguir un trabajo de su profesión. Es ingeniero industrial, y lo logró; fue contratado por una empresa metalúrgica. “En ese momento sentí que la había pegado del techo, era una locura”, recordó en conversación con El Diario.
Pero esta emoción le duró poco tiempo. A casi un año de haber llegado al país, esa fábrica tuvo problemas económicos y como consecuencia su economía y la de su familia se vio afectada. Ya no tenía un sueldo seguro, percibía muy “de vez en cuando” el dinero por su trabajo.
Según recuerda en la entrevista, fue ese el momento que lo hizo decidirse entre probar suerte con los tequeños o quedarse en el lamento de un trabajo que no funcionó. Y se decidió por la primera opción. Néstor tomó unos mil pesos que recibió, lo equivalente a 50 dólares americanos y compró harina y utensilios para comenzar su próxima aventura. Además confiesa que no era un experto en la materia, por lo que le tocó ver algunos tutoriales en Youtube.
“En el peor de los casos, si no se venden, pasaremos varios días comiendo tequeños”, era su pensamiento en ese momento.
El venezolano apostó todo y dio ese primer paso
Cuando tuvo la primera tanda listos, los difundió entre amigos y conocidos por Whatsapp. Eran congelados para freír en el hogar. Los primeros mensajes de compra llegaron más pronto de lo que esperaban él y su esposa, así que decidieron ampliar las ventas y publicarlo en grupos de venezolanos en Facebook.
Néstor confiesa a El Diario que su teléfono no paraba de sonar y cada semana las ventas mejoraban considerablemente, hasta que llegó un punto que no solo los venezolanos compraban, también argentinos iban por este imperdible pasapalo. Al ver el crecimiento de su negocio, finalmente renunció a su trabajo, y contrató a un par de empleados para aumentar la productividad de los tequeños. Pero su departamento quedó pequeño, por el espacio, por el consumo de energía eléctrica y gas, incluso por la informalidad empresarial. Así que decidieron dar el siguiente paso: mudarse y convertirse en una verdadera empresa.
“Siempre vi esto como una empresa. El tema impositivo no es sencillo, pero si no nos formalizábamos dentro del sistema no íbamos a poder contratar más gente, ni producir más o llegar a más lugares. Hace mucho que hubiéramos llegado a un techo que no íbamos a poder superar”,dijo Briceño en relación con el tema de impuestos en el país.
De un emprendimiento en su casa a una fábrica
Adquirieron un terreno donde actualmente funciona la fábrica. Pero en un principio era un simple estacionamiento para camiones, que poco a poco fue transformando hasta lograr desde el 2020 el espacio donde hoy trabajan y distribuyen tequeños para diferentes partes del país.
El espacio cuenta con más de 400 metros cuadrados, y produce más de 15 mil tequeños diarios. El venezolano detalló que una parte va destinada a los tres locales que la empresa tiene en los barrios porteños de Once, Palermo y Flores. Otra, correspondiente a una línea que solo se vende al mayor, y que llega a vendedores y distribuidores de provincias como Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba, Chubut, Salta o Tucumán.
Todo está calculado. Unos amasan, otros ordenan, otros limpian, hay también quienes hacen inventario y quienes se ocupan del armado y empaquetado. Cada uno está en lo suyo, con la mejor disposición y también con la mejor energía para que los tequeños sigan llegando a cada paladar argentino.
Su próximo sueño es poder funcionar las 24 horas, y no descarta la posibilidad de exportar en algún momento. “El tequeño va a trascender. Llegará a todos lados, no solo en Argentina sino en todo el mundo. Es un producto sencillo, es muy inusual que a alguien no le guste, lo puede comer una persona sola, o dos, o 20 o 50. Por eso hay que valorarlo, no verlo como cualquier cosa. Se lo debe tomar muy en serio”.
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