En los últimos meses en este «sistema de socialismo» se ha mencionado repetidas veces que los cambios económicos ejecutados por Maduro durante el segundo semestre de 2019 se asemejan al proceso llevado en la URSS a mediados de los ochenta conocido como la Perestroika.
Sin embargo, al menos en intenciones, las reformas económicas ejecutadas por la administración de Maduro parecen más enfocadas a una repetición de los cambios implementados por el “socialismo con características chinas” de finales de los setenta o a la “economía de mercado orientada a socialismo” vietnamita.
Para entender las diferencias entre estos dos tipos de procesos, vale la pena repasar brevemente como ocurrió cada uno y compararlo con el “reformismo” aplicado en el último año en Venezuela.
La perestroika (1985-1992):
El proceso por el cual Mijaíl Gorbachov, el jefe de Estado de la Unión Soviética, inició una serie de cambios económicos en el marco de la Unión Soviética con la intención de reorganizar el sistema socialista para poder conservarlo, se conoció como la Perestroika.
Con ese nombre es conocido el proceso de reforma económica destinado a desarrollar una nueva estructura de la economía interna de la Unión Soviética aplicada apenas un mes después de que Gorbachov tomara el poder. La visión que Mijaíl Gorbachov tenía para el futuro era, fundamentalmente, reorganizar el sistema socialista para poder conservarlo.
Las presiones para generar cambios partieron del mismo partido Comunista y sus grupos de poder, desinteresados en mantener un modelo que había agotado las posibilidades de crecimiento económico.
Dentro de los planes de cambio estaba que la sociedad soviética pudiera transformarse para que estuviera lista y pudiera contribuir a la creación de un nuevo sistema económico dentro del socialismo en la Unión Soviética.
La “Perestroika” avanzó como un severo proceso de desindustrialización y privatización a base de la venta de las propiedades estatales a manos privadas.
Un proceso que fue llamado «terapia de shock» por Borís Yeltsin (primer presidente de la Rusia post-soviética), pasando de un estado socialista basado en un sistema económico solidario a un estilo capitalista liberal de tipo occidental.
Un rápido cambio que generó para 1994 que el 70% de los activos provinieran del sector privado.
La falla fundamental de este proceso, de acuerdo a la visión de los soviets, estuvo en que el avance del modelo económico trajo consigo eficiencias en la economía y promovió una conversión hacia la democracia en la política y en los miembros del Kremlin, generando consigo el fin de la era de Gorbachov y la consecuente disolución de la URSS.
“El socialismo con características chinas” (1978-2005)
Desde 1978, las reformas económicas comenzaron en China en dos fases. La primera, a finales de los 70 y principios de los 80, involucraba la descolectivización de la agricultura, la apertura del país a la inversión extranjera y el permiso a emprendedores de iniciar empresas. Sin embargo, la mayoría de la industria permaneció estatizada e ineficiente, haciendo de carga al crecimiento económico.
La segunda fase de la reforma, entre fines de la década de los 80 y principios de los 90, involucraba la privatización y contratación de la mayor parte de la industria estatizada y el levantamiento del control de precios, políticas proteccionistas y regulaciones, aunque mantenía el monopolio estatal en sectores estratégicos como la banca y el petróleo.
Las reformas generaron un crecimiento notable del sector privado, reflejado en más de dos tercios del PIB, al nivel de las economías occidentales. Estas reformas provocaron un crecimiento sin precedentes por más de tres décadas, promediando tasas anuales de 9,5% de aumento del PIB, lo que llevó a China a ser la segunda economía del mundo y a entrar como un actor clave en el plano geopolítico, disputando el liderazgo de EE.UU. en el mundo y especialmente relevante en países de América Latina y el Caribe.
El éxito en el nuevo modelo económico chino no tiene lugar a interpretaciones, sin embargo, a diferencia de Rusia dicho proceso de apertura no generó mayores libertades políticas.
El férreo control del partido comunista en el panorama político no ha presentado mayores cambios, es por esto que muchas veces se describe a China como un país y dos modelos.
Un modelo político con control absoluto y autocrático, y un modelo económico promercado y abierto al capitalismo que da espacios al sector privado y limita sus intervenciones en la economía.
Como hemos mencionado en artículos antes, este sistema mixto, a pesar de poder generar resultados macroeconómicos favorables, no alcanza los niveles de bienestar social que alcanzaría un modelo con plenas libertades políticas.
Đổi mới (1986-1995):
El caso vietnamita, pareció combinar los dos procesos antes mencionados. Ocurrió un año antes que la Perestroika y aunque las reformas económicas, como la legalización de los bienes privados y el restablecimiento de las relaciones con EE.UU. y Japón, no se acompañaron de modo simultáneo de una política articulada de mayor libertad política.
El gobierno comunista permitió tácitamente el aumento de ciertas libertades personales, similar al caso soviético, pero sin que ello haya derivado en una apertura democrática y la alternancia de partidos en el poder.
Estas reformas hicieron que Vietnam pasara a ser una potencia del sudeste asiático, con un crecimiento económico promedio de 7% anual durante las últimas dos décadas.
Desde este punto de vista pareciera que en los aspectos económicos, el modelo presenta muchas similitudes y resultados parecidos al socialismo con características chinas mencionado antes.
El “modelo” venezolano:
El año 2019 inició con la cúspide de las crisis institucionales de nuestra historia democrática y una nueva oleada de sanciones que limitaron la capacidad del gobierno de obtener ingresos, ya bastante afectada por la crisis provocada por su propio modelo que había contraído la economía a la mitad en apenas 5 años.
Sin embargo, el impacto adicional de estas medidas durante el primer semestre de 2019 fue una contracción de la economía cercana al 25% de nuestro PIB, la peor variación semestral de la que se tenga registro.
Estos eventos generaron que la administración de Maduro se viera obligado a implementar cambios drásticos en sus políticas con la intención de dinamizar la economía y frenar la caída de ingresos.
Estas medidas fueron, por una parte, las reformas que comentaremos en adelante, y por otra la mayor promoción en las formas ilícitas de obtención de divisas (extracción ilegal de oro, contrabando de gasolina y narcotráfico), que no son el aspecto central del artículo pero deben igualmente ser mencionadas.
Las reformas de Maduro, iniciadas tímidamente en 2018, tuvieron la necesidad de apurarse en 2019 ante los acontecimientos comentados. El ajuste, por ende, ha sido desorganizado y mal articulado, con un impacto que aún es temprano para poder evaluar en su justa medida.
Las decisiones tomadas por la administración Maduro desde finales de 2018, aceleradas en 2019, abarcan: la unificación de las tasas cambiarias oficial y paralela, la restricción del crédito vía aumentos de encaje legal, la reducción de la carga salarial para el gobierno con menos aumentos del salario mínimo y la consecuente migración de empleados públicos que ha disminuido el sector, la flexibilización de controles de precios, las mejoras en los sistemas de recaudación tributaria, privatizaciones silenciosas de las empresas mixtas petroleras y la recientemente anunciada emisión de títulos valores en monedas extranjeras.
Todas estas políticas han ido constituyendo eficiencias en sectores de la economía que anteriormente estaban completamente intervenidos y limitados. La unificación de los tipos de cambios ha sido un generador de eficiencias en el mercado de divisas, ahora con mayor dinamismo y libertades que permiten crear nuevamente mecanismos formales y que garanticen mayor transferencia en operaciones que anteriormente se hacían en el mercado “negro”.
Lo mismo pasa con el levantamiento de controles de precio que disminuyeron significativamente la escasez de alimentos o con las privatizaciones de proyectos petroleros que permitieron hacia finales de año aumentar la producción petrolera de Venezuela.
Estos ajustes, que van generando eficiencias, tiene un efecto expansivo en la economía y es lo que algunos se han atrevido a calificar como “un ciclo de apertura económica liberal” en Venezuela. Es arriesgado, sin embargo, hacer ese tipo de aseveraciones.
La dirigencia oficial del chavismo, en sus discursos, muestra que no ha cambiado su visión sobre los fenómenos de la economía cómo la inflación o depreciación del tipo de cambio, manteniendo la narrativa de “especuladores” y acusando al capitalismo de los males de la economía venezolana.
Pareciera ahora que el chavismo sólo ha asumido una posición de mayor pragmatismo y que, por ende, permitió un repliegue táctico de sus ideas sobre el modelo económico, mientras se recuperan del impacto de la crisis económica iniciada en 2013 por su propio modelo intervencionista, y agudizado en 2019 por la escalada de sanciones por parte de EEUU.
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Un repliegue que sólo busca la consolidación de la cúpula gobernante, más flexible que otras veces con nuevas concesiones económicas, pero con un férreo control político cómo se evidenció en los eventos del 5 de enero en la Asamblea Nacional, un hito que demuestra el talante autoritario de Maduro.
Dicho esto, y presentados los casos de apertura de los modelos soviéticos, chino y vietnamita, el gobierno de Maduro parece intentar avanzar más hacia un “socialismo con características venezolanas” al estilo chino o vietnamita, que logre aperturas coyunturales y reversibles en aspectos económicos pero que no ponga en riesgo el mantenimiento del establishment. Y pesar de que muchos apostemos a una salida de este escenario al estilo Perestroika, los hechos recientes hacen ver que eso no es lo que está en los planes de la dirigencia chavista.