Como a la mayoría de las personas, cuando la pandemia llegó al país, me aterré. Miles fueron las ideas que se cruzaron por mi cabeza, entre ellas sin duda, la posibilidad de contagio en mí o cualquier miembro de mi familia o seres queridos. Además del riesgo de muerte, que aunque se dice ser muy bajo, a la fecha ha cobrado la vida de más de 6.000.000 de personas a escala mundial.
Esta circunstancia ha sido un poco tortuosa para mi novio y para mí, pues desde el inicio, la llegada del coronavirus representó riesgos adicionales para nosotros. Uno de ellos, el impedimento para nuestro reencuentro, luego de su partida a Chile y nuestra espera durante un año para volver a vernos; lo que nos dejó con una maleta hecha, miles de ilusiones postergadas -una vez más- y con un pasaje devuelto por el cierre de fronteras.
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Sin embargo, todo esto decidimos afrontarlo poniéndole el pecho a la situación y entendiendo que como siempre lo decimos: el tiempo de Dios es perfecto.
El riesgo de contagio en Chile
Mientras que en Venezuela, las cifras ofrecidas como oficiales por el régimen de Maduro, parecieran indicar que los casos «están controlados», en Chile por el contrario, cada día muestran un incremento exponencial, que en consecuencia, aumenta el riesgo de contagio para todos los ciudadanos. Ese era mi temor latente cada día en el que mi novio debía salir a trabajar.
En nuestras oraciones, que casi a diario nos dedicábamos a hacer juntos por videollamada, siempre estaba la petición por nuestra salud y la de nuestras familias. Sin embargo, a veces los planes de Dios son distintos a los nuestros.
Recuerdo el día en que mi novio me dijo sentir algunos malestares: un dolor interno –o en los huesos como él lo describía-, dolor de cabeza, y quebranto. Enseguida mis alarmas se despertaron. La angustia que sentí fue tal, que solo me aferré a pedirle a Dios que no fuese nada grave. Él por su parte, me tranquilizaba tratando de convencerme de que seguro esos síntomas eran consecuencia del cambio de clima por la entrada del invierno en ese país.
Más síntomas y a la espera del resultado de la prueba de PCR
Pasados los días, el malestar de cabeza seguía, sumado a dolores en los costados, la garganta y la posterior pérdida del gusto y el olfato. En mi mente aún suena su voz quebrantada al decirme que debíamos ser fuertes, que se haría la prueba del coronavirus y siempre con su actitud fuerte para mí, asegurándome que él iba a estar bien. «Yo me siento bien, voy a estar bien mi amor», me aseguró.
De los dos, soy la más débil para afrontar las cosas que me asustan, ese día lo constaté. En lugar de ser yo quien estuviera fuerte para él, lloré en ese instante y cada vez que me imaginaba la posibilidad de un positivo y sus consecuencia. Además por saberlo solo y asustado en esa situación.
Un temor hecho realidad: mi novio dio positivo a la COVID-19
Una visita médica fue el medio por el cual corroboramos la noticia: mi novio dio positivo. Sin embargo, para ese momento ya había más tranquilidad en nosotros, debido a que sus síntomas fueron mejorando progresivamente.
Hoy mi novio se encuentra en el noveno día de cuarentena en su residencia. Mejorando cada día y demostrándome con su fortaleza y buen humor, que como él me dice «se pondrá sano y fuerte para nuestro reencuentro«.
En lo que respecta a mí, estoy en Venezuela y con mi corazón en Chile, deseando poder estar allí para cuidarlo y apoyarlo. Aún así, con la firme confianza de que saldrá bien de todo esto.
Esta dura prueba, no fue motivo para reprochar a Dios si escuchaba o no nuestras oraciones cuando pedíamos que nos librara de contraer el virus, al contrario, nos ratificó su fidelidad con nosotros. Y esto se debe a que a pesar de la condición de asmático que mi novio padece -lo cual lo convierte en un paciente de alto riesgo ante este virus– sus síntomas fueron más leves que el de muchas otras personas. Además, de su pronta recuperación que día tras día, es más notoria. Lo que nos hace saber que tenemos muchos motivos por los cuales agradecer a Dios.
Hoy, seguimos aferrados a nuestra fe para su total recuperación, para la pronta mejora de toda esta situación que aqueja al mundo, y por supuesto, para nuestro reencuentro.