Día 17: ¿Es el coronavirus un castigo divino o una oportunidad?
Día 17 de cuarentena en Venezuela. El silencio es cada vez mayor en las calles así como la ausencia de lo que generalmente la caracteriza: su gente, la agitación, el ritmo acelerado de la vida, entre otras tantas cosas. Muchos aspectos que quizás si no fuese por este stop cotidiano, ni siquiera hubiésemos notado.
La atmósfera se ha llenado de sentimientos de incertidumbre, temor, angustia, pero también de esperanza, de esa fe inquebrantable que mueve los corazones de las personas y nos hace anhelar cada día, amanecer con mejores noticias.
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Una vacuna definitiva, disminución de los decesos, medidas políticas realmente efectivas, en fin, se sigue a la espera de una oportunidad que avizore el fin de lo que parece una pesadilla.
Parece increíble la idea de que «una simple gripe» tenga el poder de paralizar al mundo entero, sin embargo, resultó ser así. Hasta hace tres meses, esto era un tema solo concerniente a China y tres meses después, el mundo suma cada día un muerto más a sus listas
¿Puede estar la mano de Dios en todo esto?
Cuando comencé a leer y escuchar de un nuevo virus en el país asiático, jamás imaginé la magnitud que este alcanzaría.
Tantas miles de muertes que aún resuenan ecos de lamentos en familias enteras, los mercados financieros del mundo decayendo, los líderes políticos sin saber qué hacer y teniendo que dejar de lado sus egos y prepotencias, en fin, no me queda duda de que la mano de Dios está detrás de todo esto. Solo un poder tan supremo podría, a mi juicio, desencadenar pero también detener todo esta situación.
Y es que a pesar de todos los estragos que el coronavirus está causando mundialmente, hoy, 17 días después de una cuarentena, veo las cosas de otro modo.
A la fecha no veo lo sucedido como algo casual pues, en medio de lo malo, muchas cosas buenas también están ocurriendo. Empezando por la idea de que el agujero de la capa de ozono demuestra una reducción significativa. Al igual que la temperatura global que bajó 1,2 grados, como también lo hizo la contaminación de dióxido de carbono que fue tema de urgencia para la ONU unos meses atrás.
A partir de ello me he preguntado ¿Es esto realmente un castigo de Dios o por el contrario es una oportunidad para enmendar muchas cosas? ¿Es este el escenario perfecto para aprender a valorar mucho más aspectos que quizás se estaban perdiendo como el valor de la familia, la solidaridad hacia el otro? ¿Qué aprendizaje quiere dejarnos Dios de esta situación?
A mi juicio, en el día 17 de cuarentena, puedo plantearme estas interrogantes y entender que este quizás no sea el fin del mundo o un castigo como se ha pretendido ver, sino que, posiblemente sea una nueva oportunidad para revalorar y hacer mejor las cosas en todo el mundo.
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