El populismo y su convivencia en la democracia

La consideración de que el populismo existe como un elemento dentro de la democracia sea como una amenaza, como un espectro, como una sombra o como un complemento es una reflexión de peso para comprender cómo se mueven los esquemas y sistemas políticos no solo en América Latina, sino en el mundo. Su teorización es totalmente prudente y necesaria, incluso para darle sentido a la configuración de la política en Venezuela.

Para una reflexión prudente sobre el populismo y la democracia, encuentro gran sentido en los aportes de Benjamín Arditi y su texto “El populismo como periferia interna de la política democrática”. Este autor tiene estimaciones muy prudentes y acertadas. Donde el populismo, se presenta como un espectro que aparece frente a la democracia liberal, algunas veces para acompañarla y, en otras ocasiones, para atormentarla.

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Para este autor hay elementos intrínsecos del populismo que se aprueban o demandan, dentro de los sistemas democráticos modernos. Como la representación y la exigencia de interacción con el pueblo; pero también hay criterios del populismo que lo alejan de la democracia, y lo hacen derivar en autoritarismos.

Más del populismo

Para comprender esta relación, propone tres modalidades o niveles en los que el populismo se permea o relaciona con el sistema democrático. En primera instancia es un modo de representación posible dentro de la democracia, teniéndose una relación de coexistencia entre ambos; en segundo término, se trata de una especie de “síntoma” que da cuentes de fallas dentro de la democracia y genera perversiones en este sistema; por último, el populismo y su lógica política es una especie de espejo, donde la democracia es solo un reflejo, detrás del cual se hayan perniciosas intenciones.

Un mejor análisis de esta propuesta sugiero, se consulte directamente al autor en cuestión; sin embargo, a efectos de abrir el interés sobre este tema; me atrevo a estimar que debido a la política gobernante durante los últimos veinte años en Venezuela; el sistema se haya inserto dentro de la segunda y tercera modalidad.

Es decir, nuestro sistema político está permeado por el populismo, de forma negativa. Este último ha sido el reducto efectivo de los dirigentes políticos del régimen que, como un elemento pernicioso, ha acabado con la institucionalidad y legalidad democrática; destruido el sistema de representación política y degenerando en personalismo y autoritarismo.

El populismo que pervive en Venezuela llevó a cabo acciones como la estatización de la economía, el aumento del gasto social sin respaldo en la inversión efectiva de los sectores productivos del país, promoviendo la demagogia y el resentimiento o enfrentamiento dentro de los propios sectores sociales.

Y esta situación tiende a profundizarse cada vez más y justo en estos momentos de crisis, se hace evidente su exacerbado arraigo no solo político, sino también, en lo social y cultural. Haciéndose eco de la tendencia desglobalizadora que ha generado el coronavirus, como restructuración de la forma de ejercer el poder político, tesis que he defendido en algún articulo anterior.

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