Reivindicar la Política

Cuando se habla sobre política casi nadie se muestra neutral, la política exige que se fijen posturas sobre el rendimiento del gobierno. Esa falta de neutralidad, a menudo, se ajusta en dos visiones confrontadas de la política, para algunos la política es una actividad noble practicada por ciudadanos que poseen una vocación natural y que desean servir a su comunidad, para otros la política es una práctica ruin, egoísta, en la que se suscriben hombres interesados únicamente en conseguir prestigio o lucrarse económicamente. Ciertamente, la historia es asidero de políticos que, a pesar de sus errores han sido ejemplo de valentía y de determinación en la lucha por causas nobles, igualmente cierto es que otros políticos han servido para mostrarle a la humanidad cuan perversos y oscuros pueden ser las estratagemas para conquistar el poder político o mantenerse en él.  

En el momento en que cualquier sociedad padece una profunda crisis, esas dos visiones sobre la política (perspectiva positiva y perspectiva negativa) llegan a manifestarse en el imaginario colectivo de manera explícita, ello como paradigma explicativo de la crisis que circunda dicha sociedad. En la historia contemporánea de Venezuela se evidencian varias crisis que tienen como consecuencia la formulación en la sociedad venezolana de esas dos visiones. Primeramente, hay que resaltar la crisis de los partidos políticos de la última mitad del siglo pasado. Con el triunfo definitivo de la democracia en 1958 el sistema político venezolano entra en un proceso democratizador en el que la estabilidad fue un elemento constante, puesto que factores como los partidos políticos de oposición o la institución castrense no ofrecieron una notable presión hacia el gobierno de turno. 

Pese a la estabilidad que podrían ofrecer los partidos políticos y las instituciones políticas, una parte importante de la sociedad se sentía fuera del proceso democratizador puesto que las políticas públicas no cubrían sus demandas y percibían con mucha sospecha y recelo la injerencia de los partidos políticos casi en todo, en esa época fue muy común escuchar que hasta para designar al entrenador del equipo de futbol de la parroquia era necesario estar en el partido.

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La sociedad percibió el bipartidismo (AD-COPEI) como una burda repartición del poder político, una elección los adecos otra los copeyanos pero gran parte de la sociedad no veía una mejora en sus condiciones socioeconómicas. El fracaso del bipartidismo generó una desconfianza acérrima hacia los partidos políticos tradicionales y-cómo se mencionó arriba- la visión negativa de la política se hinchó, la ciudadanía sintió que los partidos políticos los habían decepcionado, la política y especialmente los partidos políticos, fueron desprestigiados. Cuando se dejó de ver la política como una actividad virtuosa, que la deben practicar hombres honorables y de intachable reputación, la ciudadanía perdió las perspectivas y sus referencias demócratas y le creyó a un golpista. 

Actualmente la sociedad venezolana padece las terribles consecuencias de haber creído en el llamado Socialismo del Siglo XXI, ideología que tras detentar el poder político por más de dos décadas no generó ninguna mejora, todo lo contrario la sociedad venezolana sufre el éxodo migratorio más grande de la contemporaneidad, la crisis humanitaria compleja hace estragos las fronteras y los países vecinos, la hiperinflación y la dolarización transaccional tienen sumida a la población en una pobreza sin precedentes, la crisis de los servicios públicos afecta a hospitales y pone en riesgo cientos de vidas diariamente. Por subestimar la política ahora se padece más que antes.

Los momentos por los que transita la sociedad venezolana son complejos y delicados, no se deben cometer los errores del pasado, la consecuencia de desentenderse de la política y elogiar una visión negativa de la misma puede derivar en ser gobernados por ineptos y malvados-tal como sucedió con el difunto-la política reclama a la sociedad reconocerla como una actividad virtuosa, llena de desafíos, pero en su raíz provisora de bienes futuros. El costo de involucrarse en la política es ser gobernados verdaderamente por quienes tienen los méritos y no por golpistas. No se necesitan mesías en la política, sólo una sociedad determinada en que velará por qué quienes gobiernan hagan su trabajo.  

Por: Ricardo Martínez

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