Sobre el poder y la violencia

Históricamente el ejercicio de la política ha presenciado la unión de los conceptos: poder y violencia. Incluso debido a su relación, parecieran ser uno elemento del otro. Sin embargo, no es así, por lo que se hace necesaria una revisión de su definición, donde quede establecido sus propios espacios y el por qué se suelen ver actuar en un mismo escenario. 

De la mano de filósofa política Hannah Arendt, en su texto “Sobre la violencia”, es prudente y totalmente posible dicha tarea; para ella a lo largo del tiempo la violencia siempre ha existido desde dentro o fuera de la organización política, en una relación constante. Por ejemplo, la violencia política es el uso de la violencia por parte del poder político, aunque no de forma desnuda o descarada, fundamentalmente en la actualidad, debido a las regulaciones legales, internacionales y contrapesos de las potencias estatales.

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Sin embargo, la violencia no es un elemento del poder, sino solo, un tópico del mismo; porque el poder político es la capacidad para actuar concertadamente que pertenece a un grupo y que existe mientras el grupo se mantenga unido; mientras que la violencia tiene que ver con los instrumentos para multiplicar la potencia natural de una persona, sobre otra. 

Esto se puede explicar mejor, entendiendo que el concepto de poder, está vinculado con el ámbito de la política y con la pluralidad. Por su parte, el concepto de violencia está vinculado con el ámbito de lo instrumental. Es decir, una de las diferencias fundamentales entre la violencia y el poder es que este último requiere de una reunión de personas, mientras que la violencia puede prescindir de la presencia de muchas personas. Pero suele requerir de implementos debido a su naturaleza instrumental. 

Detallando más al poder y a la violencia

Siendo así, es preciso distinguir que el poder solo puede surgir en el espacio de reunión y concierto entre los hombres, mientras que la violencia puede nacer tanto de la pluralidad como de la individualidad, es decir un solo hombre, es suficiente para su ejercicio.  Aclara Arendt “la forma extrema de poder es todos contra uno, mientras que la forma extrema de violencia es uno contra todos”. Otra diferencia entre violencia y poder reside en que la primera requiere de justificación debido a su carácter instrumental, es decir, en la medida en que la violencia es un medio, necesita ser justificada en relación con el fin que ella prosigue. En contraste, el poder es un fin o bien en sí mismo. Este «es inherente a la existencia misma de las comunidades políticas» y no requiere de justificación sino de legitimación. 

Por ende, la violencia nunca puede ser legítima, pero puede estar justificada en relación con el futuro cumplimiento de un fin (¿para qué?), mientras que el poder ajeno a la problemática de la justificación nos remite a la legitimidad que en el pasado le dio su origen (¿cómo?). Entonces, la particularidad del poder no reside en la eficacia para alcanzar los fines propuestos, ni en los medios que aumentan su capacidad o “poderío”, pues si hay algo que tiene el poder y que la violencia no, es su carácter de potencialidad «pueden realizarse, pero jamás materializarse plenamente”. Por esto se suele decir que es capaz de existir en potencia, independiente de lo material. 

Reflexiones

Ahora bien, Arendt observó, que claramente los gobiernos se permiten introducir en su sistema elementos de la violencia cuando el poder que los sustenta o más bien su legitimidad disminuye. En este contexto, la violencia se concibe como un sustituto del poder que, de todas formas, resulta impotente para su mantenimiento en el tiempo, al menos dentro de un sistema democrático. En este mismo sentido, la violencia y el poder guardan una relación inversamente proporcional, cuando el poder que sustenta a un gobierno es grande la violencia disminuye, y esta tiende a aumentar cuando el gobierno empieza a perder poder.

Es por ello que, la oposición tajante entre estos conceptos no significa que no sea posible su aparición conjunta en la realidad, de hecho, en toda forma de gobierno convive la violencia, a través de la fuerza institucionalizada del Estado, y el poder, a través del apoyo de los ciudadanos. Así, Arendt reconoce que poder y violencia suelen aparecer unidos, pero en esos casos enfatiza el papel determinante que desempeña el poder por sobre la violencia para el mantenimiento de cualquier gobierno.

 Y esta reflexión final es fundamental. Básicamente porque nos habilita a pensar más allá de los esquemas teóricos de Arendt, en las razones o fenómenos que permiten la existencia de gobiernos durante largos periodos cuyo ejercicio de la violencia es constante, incluso por encima del poder. 

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