El placer de la venganza

¿Quién no ha leído la tragedia griega “Hamlet de W. Shakespeare”? El argumento gira en torno a la venganza. El espíritu de su padre le pide al príncipe de Dinamarca que vengue el asesinato que su propio hermano cometió contra él. Mostrando en palabras de uno de los justicieros de la obra, “la venganza no debe tener límites”.

El placer de la venganza
Foto: Cortesía

Del mismo modo, no han escuchado la frase “La confianza se acaba cuando el engaño aparece”. O “la venganza es un plato que se come frío”.  Pues la humanidad está llena de anécdotas sobre traiciones y venganzas que cambiaron el rumbo de muchos acontecimientos a lo largo de los años.

Cleopatra, la llamada “Reina de Egipto”, mantuvo una lucha por mantenerse en el poder, realizando alianzas, y traicionando a sus hermanos Ptolomeo XIV y Arsínoe, convirtiéndose esta última en su mayor enemiga. Lo que decimos popularmente, el enemigo más peligroso está en tu casa. Es difícil entender como entre las familias lleven a cabo este tipo de acciones y conductas.

Cuantos de nosotros nos cobramos una humillación, traición, o cuantos hemos sido objeto de violencia o injusticia por parte de un tercero. ¿Vale la pena llevar esa acción y someter al que nos ofendió o nos traicionó? ¡Qué pague por lo que nos hizo!, pueden argumentar los fervientes buscadores de la justicia.

El deseo de vengarnos ha formado parte del comportamiento humano. Algunos pueden considerarlo como una catarsis o una forma de saciar nuestro desagravio. Nos volvemos rencorosos con una gran carga de resentimiento social. No es reparador para ningún ser humano ni tampoco la mejor forma de resolver nuestros conflictos.

Hay momentos en que para algunos el agravio o deseo de vengarse se convierte en un arma de “justicia”, lo que llamamos la ley del Talión “ojo por ojo y diente por diente”. Una persona tiene el derecho a defenderse o buscar ayuda si recibe algún tipo de ataque o amenaza que ponga en peligro su estabilidad moral e individual. Lo que no es sano para ningún ser humano es abusar del poder, recursos y tiempo para dañar a alguien. El defraudar a una familia, país, amigos o pareja nos indica nuestra poca seriedad y compromiso.

Cuantas veces actuamos cegados por la pasión y ese deseo de hacerle daño al que nos humilló y luego nos arrepentimos. Siempre he dicho que la mejor justicia es la divina. Es decir, si usted obra mal tarde o temprano, pagará esa cuenta. 

Perdonar debe ser nuestra gran obra, romper lazos o sentimientos que generan inseguridad y odio y que no nos permite crecer como seres humanos. Busquemos esa estabilidad emocional. Eso no quiere decir que justifiquemos a todos aquellos que nos humillaron, solo debemos soltar este tipo de sentimientos, desde el rol que nos toque desempeñar, ya sea como padres o hijos, como pareja y como ciudadanos.

No podemos obrar en la vida con resentimiento y odio, pero sí debemos ser cuidadosos en quien depositar nuestra confianza y en quien no. Del mismo modo, debemos ser más selectivos, aprender de las experiencias y vivir haciendo el bien. 

Vicente Espinel (escritor español) expresaba que la traición la emplean únicamente aquellos que no han llegado a comprender el gran tesoro que se posee, siendo dueño de una conciencia honrada y pura; y no se equivocó, nuestra capacidad para reflexionar como ser humano debe estar anclada en principios y en saber diferenciar entre lo que es correcto no solo en nuestra forma de hablar, de expresarnos, sino también en la forma de obrar.

Por: Madelein Martins Da Silva

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