Caracas, siempre Caracas…

Caracas es muchas cosas… no todas buenas ni todas malas. Es belleza y nostalgia; es fiesta alegre, pero también guerra perpetua y amarga; es caos sin orden; es contradicción y lucha; es arte y silencio. Son sus calles, sus avenidas, sus faros rotos y semáforos dañados. Son sus murales, sus pinturas, su cielo y aire de eterna primavera que pinta sus cerros verdes y azules. Es la noche larga, el sol que quema. Sus guacamayos, sus bosques sin fronteras. Es, como para tantos otros, mi hogar, mi cuna, mi tierra: lugar que el 25 de julio cumplió sus 454 años de existencia.

Caracas

Por ello es bueno repasar lo que Caracas representa. En ella observa como una madre El Ávila y de este valle grandes hijos salen y raramente se quedan: Andrés Bello, Simón Rodríguez, Francisco de Miranda, Simón Bolívar (todos muertos en el exilio). Fue el hogar adoptivo de nuestro doctor y beato, José Gregorio Hernández (de origen trujillano). Casa de civilistas como don Rómulo Gallegos, Arístides Rojas, Arturo Uslar Pietri y José Ignacio Cabrujas. Valle vasto y extenso de sus habitantes originales: los Arbacos, los Paracotos, los Teques, los Taramainas, los Meregotos, los Tarmas, los Mariches, los Charagotos, los Quiriquires, y por supuesto, los Caracas.

Pero también es ciudad de caudillos y tiranos, como Antonio Guzmán Blanco. De poetas y escritores exiliados, como Gabriel García Márquez. De aventurados como Alexander von Humboldt, José Martí, Pablo Neruda y el ítalo-argentino Piero de Benedictis (quien hizo un himno a esta ciudad con “Caminando por Caracas”). De héroes olvidados como Bassil Da Costa, Robert Redman, Armando Cañizales, Juan Pablo Pernalete y Neomar Lander.

Nuestra eterna nostalgia

Hablar de Caracas es hablar de nuestro pasado, que miramos con una nostalgia otrora, de tiempos acabados. Recordamos entonces con amor (aunque muchos de nosotros jamás lo vivimos) aquella Caracas de los 60’, 70’, 80’ que emulaba una capital para toda la América Latina: una mezcolanza entre una Nueva York de tintes caribeños y de aires afrancesados.

Torre La Previsora, Plaza Venezuela, Caracas 1982. (Panoramio.com)
Recopilación de Liberta Ccs

Fue pues un lugar del progreso y lo moderno. De edificios que querían ser rascacielos; de autopistas con formas de pulpos y arañas, gigantes por doquier. De metros franceses, del último modelo. De carros de Europa Occidental. De tiempos de bonanza y excesos. De espacios culturales como el Museo de Arte Contemporáneo, el Museo de Bellas Artes, la Galería Nacional de Arte, el Museo de la Estampa y del Diseño Carlos Cruz Diez, y un largo etcétera que en que debemos mencionar, sin duda, nuestro amado Teatro Teresa Carreño.

Fotos del Metro de Caracas en los 80′.
Recopilación de Liberta Ccs

Sus heridas

Por supuesto, poco de esa Caracas queda… no se ha extinguido, pero nos es un tanto ajena. En especial para aquellos que crecimos en los años 90’ en adelante, donde la ciudad –como el país- se ha visto sumergida en una era de crisis total. Golpes de Estados, delincuencia, manifestantes asesinados, rehenes en barrios que deben resguardarse tanto del hampa como de las fuerzas estatales (que matan y masacran a todos sin importar quién).

No podemos olvidar la Masacre de La Vega. Tampoco los hechos recientes ocurridos al sur de la ciudad, nacientes de la Cota 905 y que se extendieron a las parroquias de El Valle, La Vega, Santa Rosalía, El Paraíso, San Juan, Coche  y San Pedro, obligando a docenas de familias a desplazarse forzosamente y abandonar sus hogares entre las balas, el miedo y la muerte.

Así en Caracas, nuestra ciudad, sus heridas son muchas, sus dolores aún más. En ellas existimos, peleamos, seguimos y lloramos. Pero es de todos… y en sus heridas estamos y hemos de continuar.

Grafiti de Bassil Da Costa (1990-2014)
en las calles de Caracas

Caracas, siempre eterna:

Caracas es mucho más de lo que pueda decir aquí… es un sentimiento, una patria chica que sólo los que hemos estado en tus calles podemos sentir. Es el odio y el amor. Es una ciudad que atrapa y absorbe. Es enigmática, es vida entre la muerte. Es eterna… y cambiante. Es nuestro hogar, nuestra casa.

Es más que sus calles, sus edificios, sus tiempos. Es más que sus fantasmas, sus tiranos, sus poetas, su avaricia y hambre. Es más que sus heridas, sus muertos, sus glorias y complejos. Es Santiago de León de Caracas eterna e inmortal. Son más de cuatrocientos años que has vivido para celebrar.

Por eso hoy, Caracas, te celebro. Sé que tienes (tenemos) más futuro que pasado, aunque estemos orgulloso de ello. Sin duda eres más que tus problemas y errores; más que tus nuevos bodegones y comercios crecientes; más que cualquiera de nosotros… de los que te vimos, de los que te vivimos y de los que algún día pondrán en ti su nuevo hogar y destino.

Caracas

Por: Leonardo J. Aristigueta

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